15 de abril de 2025

La Virgen de la Altagracia: una devoción que late en cada rincón de RD

La Virgen de la Altagracia: una devoción que late en cada rincón de RD

En esta tierra caribeña donde el merengue suena hasta en los velorios y la gente no suelta el café ni en verano, hay algo que une a ricos, pobres, creyentes y hasta a los que van a misa solo en Nochebuena: la devoción a la Virgen de la Altagracia. No es solo una figura religiosa, es parte del ADN dominicano. Es como el sancocho, pero espiritual.

Un poco de historia (sin que te dé sueño)

La historia arranca allá por el siglo XVI, cuando unos colonos españoles trajeron un cuadro de la Virgen a lo que hoy conocemos como Higüey. Cuentan que fue una niña quien pidió a su padre traer “la Virgen de la Altagracia”, aunque nadie sabía muy bien cuál era esa. El hombre encontró el cuadro misteriosamente en su equipaje, y desde entonces... ya tú sabes: milagros, peregrinaciones y una fe que no ha parado de crecer.

Hoy en día, ese cuadro está en la Basílica de Higüey, un templo imponente que recibe miles de fieles cada año, sobre todo el 21 de enero, Día de la Altagracia. Ese día RD se viste de blanco, esperanza y oraciones.

¿Por qué tanta gente camina kilómetros para verla?

Porque aquí no se trata solo de religión, se trata de gratitud. De promesas. De pedir por la salud de mamá, por ese trabajo que no llega, o por ese hijo que se fue a Nueva York a “buscarse lo suyo”.

La caminata a pie, desde pueblos lejanos, se ha convertido en una muestra de fe sin medida. Gente descalza, con velones en la mano, rezando mientras el sol castiga. ¿Y tú sabes qué es lo más loco? Que lo hacen con amor, con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de esperanza.

Altagracia está en todo

No importa si estás en el Cibao, el Sur profundo o en una calle de Villa Mella, siempre hay una estampa, un altar, una oración pa’ la Virgen. Muchas casas dominicanas tienen un cuadrito en la sala con su imagen. Y cada vez que hay una desgracia o una alegría, ahí está ella: calladita, pero presente.

Incluso en las loterías, hay quienes antes de jugar sus numeritos se encomiendan a ella: “Virgencita, mándame ese palé bendito”. Porque en RD, hasta la suerte tiene fe.

Una fiesta nacional con alma de pueblo

El Día de la Altagracia no es cualquier cosa. Es feriado nacional, pero no solo para quedarse en la casa viendo televisión. Ese día, las iglesias se llenan, la Basílica de Higüey se desborda, y los dominicanos recuerdan por qué la Virgen es la madre protectora del pueblo.

Se hacen misas, procesiones, hay velones por to’s lados, y una vibra que se siente en el aire. Hasta los que no son muy religiosos ese día respetan. Porque la Altagracia no es solo de la Iglesia, es del pueblo.

Más que fe, es identidad

La devoción a la Virgen de la Altagracia va más allá de lo espiritual. Es una forma de ser dominicano. Es parte de la herencia cultural que se pasa de abuela a nieta, de generación en generación. Es fe con sabor criollo. Una mezcla de mística y tradición que define quiénes somos.


En resumen…

La Virgen de la Altagracia no es solo un símbolo religioso. Es una figura viva en el corazón de los dominicanos. Su imagen está presente en los hogares, en las calles y, sobre todo, en la fe de un pueblo que no se rinde.

Si hay algo que une a todos los rincones de República Dominicana, es ella. Y cada 21 de enero lo recordamos: con oraciones, con caminatas, con promesas... y con un corazón lleno de esperanza.

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