15 de abril de 2025

El Gagá dominicano: una explosión de fe, tambora y resistencia en Semana Santa

El Gagá: Rituales y resistencia en la Semana Santa dominicana

Cuando la mayoría está en misa o en la playa comiéndose un moro con coco, hay un grupo de gente que sale pa' la calle a celebrar la vida de otra forma. No es una procesión silenciosa ni una fiesta cualquiera. Es el Gagá: un estallido de colores, tambores, creencias y herencia afrocaribeña que cada año se hace sentir con más fuerza en los campos y barrios de la República Dominicana.

🔍 ¿Qué es el Gagá y de dónde viene?

El Gagá es un ritual con raíces bien profundas. Viene de Haití, pero en tierra dominicana ha echado su propia semilla. Es una mezcla poderosa de religiosidad popular, música, danza y espiritualidad que se manifiesta con más intensidad en Semana Santa, sobre todo en la región Este del país: San Pedro de Macorís, La Romana, Hato Mayor, El Seibo...

En esencia, el Gagá es una ceremonia espiritual y comunitaria, donde se honra a los loas (espíritus), se piden favores, se agradece por la vida, y se reafirma la identidad de un pueblo que ha tenido que resistir, aguantar y seguir pa’lante a pesar de todo.

🥁 Tambores que no piden permiso

La música del Gagá no se oye bajito, ni se queda en una esquina. Es invasiva, viva, directa al pecho. Tamboras, bambús, guiras, cornetas de bambú, voces que gritan en creole y en español… Es un trance que te atrapa aunque no entiendas lo que dicen.

Los grupos —o “tambores” como también se les llama— caminan por las calles en fila, vestidos con colores intensos, pañuelos en la cabeza, faldas largas, collares, banderas. Es un espectáculo visual que vibra, que te sacude. Nada que ver con una Semana Santa de recogimiento tradicional. Aquí se canta, se baila, se invoca.

✨ Espiritualidad sin permiso

Para mucha gente de afuera, el Gagá parece puro escándalo. Pero detrás de esa música y ese movimiento hay un mundo espiritual que se respeta. Aquí se hace trabajo espiritual serio: se limpian energías, se pide salud, se agradece por los favores recibidos. Es una mezcla de religiones africanas, catolicismo popular y creencias locales que sobreviven a pesar del rechazo y la marginación.

El Gagá no está hecho pa’ complacer a los religiosos de saco y corbata. Es un grito de libertad y de fe a su manera, donde los rezos no suenan en latín, pero llegan igual al cielo… o al espíritu que se quiera tocar.

🧍🏽‍♂️ Identidad, resistencia y orgullo

Celebrar el Gagá es un acto político, aunque no lo parezca. Es recordar que existe una República Dominicana negra, rural, espiritual, profundamente influenciada por lo africano y lo haitiano, aunque muchos lo nieguen.

Durante años, esta práctica fue perseguida y vista como “brujería” o “desorden”. Pero la realidad es otra: el Gagá es cultura viva, es resistencia, es memoria colectiva. Cada vez que suena un tambor de Gagá, está hablando la historia de un pueblo que no se dejó borrar.

🛑 ¿Por qué incomoda tanto?

Porque es ruidoso, desinhibido, irreverente. Porque no se adapta a las reglas del catolicismo oficial ni a los moldes “aceptables” de la cultura nacional. Pero también porque conecta con una identidad profunda que muchos prefieren ignorar: la negritud, lo afro, lo haitiano.

El Gagá incomoda porque es libre. Y lo libre, en sociedades que temen la diferencia, siempre será visto como peligroso.

🎤 Una tradición que no se apaga

A pesar del rechazo institucional y el intento constante de silenciarlo, el Gagá sigue vivo. Cada Semana Santa, cientos de personas se preparan con devoción para participar en los recorridos, cuidar los altares, vestir los colores y sentir el poder del tambor en el cuerpo.

Hoy más que nunca, el Gagá está encontrando espacios para reivindicarse. Desde documentales hasta investigaciones académicas, esta tradición está siendo revalorizada como parte esencial del patrimonio cultural dominicano.


📌 En resumen

El Gagá no es solo una fiesta con tambores. Es una expresión legítima de fe, resistencia y cultura. Es un espejo de una parte del país que rara vez aparece en los libros de texto. Y cada vez que alguien se une a ese ritmo ancestral, está reafirmando que su historia también importa.

Así que la próxima vez que lo veas pasar, en vez de juzgar… escúchalo. Siente el tambor. Deja que te cuente su verdad.

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