15 de abril de 2025

Del solar al Salón de la Fama: cómo el béisbol se convirtió en el alma de RD

El inicio no fue con guante… fue con tapa de botella

Aquí no empezó con ligas ni estadios. Empezó con un palo de escoba, una tapa de botellita y un grupo de carajitos corriendo descalzos en la calle. No había reglas claras, ni uniforme, ni árbitro. Solo había una pelota improvisada, muchas ganas de jugar y ese sueño callao’ que más de uno se guardaba: llegar lejos, donde solo se veían en televisión los peloteros gringos.

Esa fue la semilla. Lo demás vino con el tiempo.


¿Quién trajo la pelota a la isla?

Se dice que fueron unos cubanos que llegaron a finales del siglo XIX, y que dejaron el juego regao' por aquí como quien siembra sin saber que eso va a germinar. Y vaya que germinó. Porque no pasó mucho tiempo para que la pelota se convirtiera en una tradición, primero entre amigos y luego en todo un espectáculo nacional.

Ya pa' los años 30, la gente se organizaba, se armaban los primeros torneos y se jugaba en canchas de tierra. Cada barrio tenía su equipo, cada quien su ídolo local, y la pelota ya era parte del día a día.


Una pasión que se hereda

En RD, la pelota no se enseña… se transmite. Es normal ver un niño bateando desde que camina bien. El papá lo empuja, el abuelo le cuenta de sus tiempos, y los vecinos lo aplauden aunque falle. Crece rodeado de béisbol, como quien crece oyendo bachata o comiendo arroz con habichuela.

Aquí se juega porque sí. Porque es lo que hay. Porque es lo que somos.


Nace el béisbol profesional

Cuando llegó la LIDOM, todo cambió. Los Tigres del Licey, las Águilas Cibaeñas, el Escogido… ahí comenzó la verdadera fiebre. Cada quien se pone su gorra con orgullo, se arman las discusiones, los pleitos entre panas, y los colmadones se convierten en mini estadios con pantalla y cerveza fría.

Una temporada de pelota en RD no se vive… se sufre, se celebra, se discute, se goza.


De barrio a Grandes Ligas

Lo más increíble vino después: empezaron a salir estrellas. Gente que creció jugando en la calle y terminó firmando millones en los Estados Unidos. Pedro Martínez, Sammy Sosa, Big Papi, Vladimir Guerrero… nombres que ahora están en la historia del béisbol mundial, pero que salieron de barrios donde a veces no había ni luz.

Ellos no solo llegaron lejos. Abrieron la puerta. Inspiraron. Y hoy, gracias a eso, la MLB está llena de dominicanos que brillan, que juegan con corazón, y que hacen sonar la tambora en cada jonrón.


Más que deporte, una vía

Para muchos jóvenes, el béisbol no es solo un sueño… es una salida. Es la forma de ayudar a su familia, de salir del barrio, de poner a mamá a vivir bien. Por eso se esfuerzan. Se levantan antes del sol, entrenan sin descanso, y sueñan grande aunque vengan de poco.

Aquí nadie se rinde fácil. Y el béisbol ha sido testigo de eso una y otra vez.


Orgullo que se lleva en la sangre

Cuando un dominicano destaca en la pelota, el país entero lo siente. La emoción se riega por WhatsApp, por la televisión, en el trabajo. Nos da ese orgullo que no se compra, que se siente solo cuando ves a uno de los tuyos rompiéndola allá afuera.

Y aunque la pelota cambie, aunque pasen los años, en RD siempre habrá un solar, un guante roto, una bola de trapo… y un niño soñando con las Grandes Ligas.


🎯 Conclusión:

La pelota aquí no es solo un juego. Es parte de quiénes somos. Está en nuestra música, en nuestras conversaciones, en nuestra forma de ser. Nos conecta con nuestra historia, con nuestros logros, con ese deseo eterno de seguir echando pa’lante.

Por eso, cuando escuches el sonido de un bate en un barrio dominicano, no lo ignores. Podrías estar oyendo el primer swing de la próxima leyenda.

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